Mujeres Indígenas, Migrantes y Rurales ejemplos de vida este 10 de mayo

Publicado el 10 Mayo 2018
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Pese a los factores de vulnerabilidad que enfrentan las mujeres indígenas, migrantes y rurales, han sido y son ejes fundamentales para la familia, superando todo tipo de obstáculos, e incluso ganando terreno en diversos sectores como laborales, de salud y económicos.

De acuerdo con la Información de la Encuesta Intercensal del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) 2015, una de cada cuatro mujeres es jefa del hogar.

María del Carmen Cruz, de origen mazahua, es mamá de tres pequeños. Al igual que las otras madres, ella compartió que dedica tiempo para alimentar a sus hijos e hijas, contarle cuentos, enseñarles a caminar, hablar, cantar, honrar a sus muertos, conocer y respetar la naturaleza para preservar su cultura y revalorar su origen.

Datos del Consejo Nacional de la Población, CONAPO, las mujeres hablantes de alguna de las lenguas indígenas de México, tienen en promedio 3.1 hijos, algunas de ellas inician su vida como madres a muy temprana edad y hacen de la crianza el eje principal de su existencia.

Mientras que la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica 2014 indica que la edad promedio de la primera unión de las mujeres hablantes de lengua indígena en edad fértil es a los 18.7 años, casi dos años menos respecto de las mujeres que no hablan lengua indígena.

La socióloga Tania Meléndez de la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, señala que culturalmente la maternidad se ha asociado a labores domésticas, ubicado como algo secundario; de ahí que la carga del trabajo y la desigualdad haya sido siempre más pesada para las mujeres y en especial para las mujeres indígenas.

Mayra es salvadoreña, ella es madre soltera, tiene 48 años y viajó desde su tierra a la Ciudad de México con su hija Liliana de 20 años, en busca una mejor vida.

“Allá en mi ciudad deje a otro hija más pequeña que no pude traerla con nosotras por falta de dinero, trabajaba de empleada doméstica y siempre he sacado adelante yo sola a mi familia, lo único que busco es encontrar un trabajo y poder tener a mis dos hijas conmigo”.

Un estudio de El Colegio de la Frontera Norte, Mujeres migrantes, las que van y las que se regresan, señalan que este sector de la población son más propensas a los procesos de detención y deportación en Estados Unidos y también aquellas que transitan por México; pero no sólo es eso, muchas de ellas deben separarse de sus familias, lo cual es algo muy severo y de alto costo emocional.

Otro caso de una mamá digna de reconocer es el de Edith Santana, de la zona rural de Santa Cruz, Acalpixtla, Xochimilco desde hace más de 20 años, se dedica a la comercialización del amaranto, junto con sus hijas creo una cooperativa familiar.

Esta madre de familia contó que su negocio lo creo cuando sus hijas estaban pequeñas, “mi cocina era el lugar donde fabricábamos los dulces, pero ahora tuvimos que hacer otro cuarto porque ya no era suficiente el espacio, ahora mis hijas ya están grandes y también son parte del negocio”, destacó.

Datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, CEPAL, señalan que en México las mujeres que pertenecen a la zona rural trabajan 89 horas semanales, 31 horas más que los hombres.

Para la investigadora de la UNAM, a pesar de los obstáculos que enfrentan estas mujeres, resaltó que cada día son más resilientes, adquiriendo habilidades, conocimientos o competencias para conseguir la igualdad de género y lograr una mejor calidad de vida.